Para empezar os diré que está considerada en el informe que realiza todos los años “The Economist” sobre la calidad de vida en todas las ciudades, la segunda peor ciudad del mundo (por dos años consecutivos), después de Harare, para vivir.
La temperatura es muy elevada, la humedad muy alta, y hay millones de mosquitos, pero si tienes la suerte de pasarte el día encerrado en la oficina como yo, con el aire acondicionado, pues mejor que mejor.
Dhaka tiene casi 20 millones de habitantes (no reconocidos oficialmente). El tráfico es infernal: No existen las señales de tráfico. No hay normas de tráfico. A los coches sólo se les exige que circulen por la izquierda, pueden doblar en cualquier dirección y desde cualquier lado, pueden hacer absolutamente lo que quieran y jamás respetan a los ricsaws ni a los peatones. Todo vale. Los autobuses conducen de manera suicida arrollando todo lo que se les pone por delante (y van casi sin frenos porque son auténticas chatarras con los cristales rotos y las piezas atadas con cuerdas). Para ir a 200 metros tardas media hora en coche, pero es que no se puede ir andando. Te juegas la vida si quieres cruzar y, además, es que no tienes por donde andar. No existen las aceras y está el suelo cubierto de basura y todo tipo de porquerías que mejor no detallo.
No existe el alcantarillado y las aguas fecales corren por la calle. Y de todo esto os estoy hablando del mejor barrio de toda la ciudad: donde viven los banglas millonarios, los expatriados y donde están todas las representaciones diplomáticas. O sea, Gulshan-2 y Baridhara.
Por las noches no hay alumbrado en las calles. Sólo las luces de los edificios. Para los expatriados es peligroso ir a pie o en ricsaw, porque somos objetivo de los robos. Además, somos tan pocos, que nos tienen controlados. Esto no se da todos los días, pero a menudo oímos algún caso.
Por todas estas cosas, y porque el transporte público es imposible de utilizar (los vehículos son de hojalata martilleada, tienen los cristales rotos, van atados con cuerdas, los frenos casi no funcionan. Los autobuses por dentro van llenos de vómitos y de pipí, amén de piojos y demás'¦.)cuando llega alguien nuevo a Dhaka le decimos que lo primero que tiene que hacer es alquilar un coche, con conductor, por supuesto. Aquí es imposible conducir. Hasta los más valientes ni se atreven. Esto es un gasto importante que hay que tener en cuenta. Supone al mes más o menos unos 500 â¬, incluyendo coche, chófer, horas extras del chófer por la tarde-noche y la gasolina.
A continuación os hablo de la vivienda. Los barrios donde vivimos los expatriados son los antes mencionados Gulshan y Baridhara. Es donde nos reunimos y donde está el poquísimo comercio donde podemos comprar algo parecido a nuestras cosas. En los últimos dos meses los propietarios en estos barrios se han vuelto locos y están doblando los alquileres. Ahora mismo es difícil encontrar algo por debajo de los 1000 â¬. Eso sí, son casas de entre 250 y 300 m2. Enormes. Claro, esto implica que tengas que tener una mujer (u hombre, que aquí es muy frecuente) para la limpieza de la casa. Esto sí es barato. Una persona de servicio trabajando 6 días a la semana (libran los viernes porque esto es país musulmán) de 8 a 17 horas gana unos 90 ⬠al mes. Es un lujo que aquí nos podemos permitir.
Al ser país musulmán, olvidaros de bares (los expatriados compran alcohol a precio de oro en algún sitio, con el pasaporte. Otros que tienen más suerte pueden sacarlo más barato si tienen pasaporte diplomático). En los Clubs de los expatriados se vende alcohol. Bastante caro: Una cerveza cuesta unos 2,5 â¬.
No hay cines, salvo en un centro comercial 'no como los nuestros- que hay a una hora de Gulshan, y en el que sólo se proyectan películas banglas y donde te puedes coger cualquier cosa por la falta de limpieza del cine y de la gente. En Gulshan hay unos cuantos restaurantes de cocina extranjera que no están mal. No son caros.
No hay tiendas para comprar ropa occidental. Sólo saris y telas. Eso sí, puedes comprar sedas a buen precio y llevarselas a un taylor (aquí hay muchísimos) para que te las desgracie, pues no saben hacer ropa de mujer (con sus curvas y sus formas. No está bien visto. Ellas sólo llevan ropa anchísima para que no se vean las formas). Je, je, je, al final todas acabamos haciéndonos cosas, más que nada por aburrimiento.
Respecto a la comida os diré que sólo tenemos 3 o cuatro tiendas donde por surtido e higiene se puede comprar, pero limitado. Aquí no hay camiones frigoríficos así que os podéis hacer una idea como llegan las verduras y frutas al súper después de muchísimas horas de carretera con un calor de narices. Aún así, cuando encontramos algo nos ponemos muy contentos. Las verduras y frutas que vienen de Tailandia o China son carísimas. El pescado es arriesgado comprarlo porque aquí los ríos están muy contaminados con arsénico (uno de los grandes problemas de Bangladesh). La carne te da repelús después de ver a las escuálidas vacas, ovejas y cabras que hay por la carretera y las calles. Ahora nos acaban de poner una carnicería de un señor que ha vivido muchos años en Australia y parece que está decente. La tiene todos los días llena desde que abrió.
Hacer la compra de los productos más parecidos a los nuestros es muy caro. La factura del súper es, por lo menos, del doble de lo que costaría en España. Por ejemplo: una botella de lejía 'que aquí no saben ni lo que es- cuesta 3 â¬.
No se puede pasear por las calles porque como os he dicho no existen las aceras, los coches no respetan a los peatones, las aguas fecales corren por las calles, están llenas de basura (aquí no existe la recogida de basuras) y de otras cosas que no os voy a contar. Aquí los hombres hacen sus pipís en la calle como lo más normal del mundo.
Los sitios para conocer a otros expatriados son los Clubes. Hay varios pero es muy difícil entrar porque siempre están con las cuotas de sus nacionales. El único que acoge enseguida y que está muy ambientado es el Bagha. Esto junto con el alquiler del cohe y del piso, es lo primero que hay que hacer. Si no tienes un Club estás perdido. Una vez que te haces socio de uno, puedes entrar en los demás aunque no usar sus piscinas. Son los únicos oasis en medio de la locura. Te encuentras allí con los demás, puedes beber alcohol y, sobre todo, las chicas nos podemos bañar en bikini en la piscina. Los fines de semana suelen hacer fiestas y allá vamos todos.
Esto es lo mejor de la aventura de Bangladesh: la vida social. Es super intensa. Haces muchísimos y muy buenos amigos. Al final tienes aquí una pequeña familia que se ayuda y se divierte. Hay muchas fiestas en los Clubes y en las casas de los expatriados.
Hay también un Grupo Latino con numerosos sudaméricanos.
Ah, y se me ha olvidado mencionar que no hay monumentos ni ningún sitio para hacer turismo. Por eso aquí el turismo no existe. Es un país virgen en ese sentido.
Bueno, más o menos os he descrito Dhaka y sé que la descripción no es muy alentadora, pero os debo decir que todos los expatriados, aunque estén refunfuñando aquí, cuando se tienen que marchar lo hacen llorando. No sé qué tiene esto que al final te engancha. Es una vida muy dura para nosotros porque carecemos de muchas cosas a las que estamos habituados, pero, por otra parte, tenemos unas ventajas que en otros sitios no podemos permitirnos (chófer, servicio doméstico y casas muy grandes).
Está muy bien situado para hacer escapadas a cualquier parte de Asia, aunque siempre tengas que ir a hacer escala a Kuala Lumpur o a Bangkok, pues no hay vuelos directos a casi ningún sitio.
Por otra parte tiene el encanto de que es el Asia profunda, ya que al no tener turismo, nada está modernizado (salvo que, como en toda Asia, les ha dado por hacer edificios altísimos a pesar de que su suelo es todo agua). Todo funciona a pedales y de una manera super primitiva. Viven como en la Edad Media. Es como estar en una película.
Todo es super colorido. Desde los dibujos de los millones de ricsaws (el vehículo público por excelencia) a los colores de la ropa de las mujeres, o los puestos de fruta o especies en los mercados. Hasta las picadoras de ladrillo en las obras (la clase social más baja) llevan unos sarees que las hacer parecer elegantes. Las calles están llenas de árboles y palmeras. Todo verde (hasta que se lo carguen para seguir levantando edificios). Precioso.
Lo peor es la mentalidad de esta gente, que es bastante general en toda Asia. Es el reino de la sinrazón. No existe el sentido común ni saben qué es. Desesperan al más paciente, pero al final acabas riéndote de lo disparatado de las situaciones.
Al final sólo puedo decir que es una experiencia maravillosa, a pesar de todos los inconvenientes, y que se la recomiendo a cualquiera que venga dispuesto a ver la parte buena y a tomárselo como una aventura diaria. Es algo completamente diferente a todo lo imaginable. No os lo perdáis.
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