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Ser respetuoso con la cultura y la gente de tu país de expatriación

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Escrito porAsaël Häzaqel 14 Septiembre 2021

El respeto, ya sea a las personas, a la sociedad o a las leyes, es un valor universal. Aunque suele ser la norma en tu propio país, tiende a ser secundario cuando te mudas a otro. Como expatriado en un nuevo lugar, intentarás forjar un nuevo estatus e identidad. Pero al observar a la gente y la cultura, es bastante natural caer en la trampa de la comparación sistemática. Entonces, ¿cómo puede ser respetuoso con la cultura de su país de expatriación sin sentirse superior a los locales?

Individualismo y colectivismo

¿Qué es la cultura? En su conferencia mundial sobre políticas culturales, la Unesco la define como "un conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o a un grupo social". Además de las artes y las letras, abarca los modos de vida, los derechos humanos fundamentales, los valores, las tradiciones y las creencias [y] da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Esto nos convierte, concretamente, en seres humanos racionales, críticos y comprometidos éticamente. Este proceso nos permite discernir los valores y tomar decisiones. Los valores permiten al hombre expresarse, tomar conciencia de sí mismo, reconocerse como un proyecto inacabado, cuestionar sus logros, buscar nuevos significados y crear obras que los trasciendan". (Declaración de la Ciudad de México sobre Políticas Culturales, 1982)

"Proyecto inacabado" significa que el hombre se está construyendo perpetuamente a sí mismo. Viajar tiene el poder de infundir humildad, siempre y cuando admitamos nuestra verdadera posición. Porque antes de hablar de respeto a los demás, tenemos que examinar nuestra relación con nosotros mismos. Vivir en un país donde el individualismo es la norma o en un Estado que favorece la cultura de grupo influye mucho en nuestras percepciones. El individualismo es una "doctrina que hace del individuo el fundamento de la sociedad y de las normas morales". El colectivismo, o cultura de grupo, percibe en cambio al individuo como el eslabón de una cadena. Dependiendo de los demás, el individuo participa y garantiza la estabilidad de todo el sistema. Los países occidentales son conocidos por su cultura individualista, mientras que los países orientales y africanos han adoptado una cultura colectivista.

Libertad y respeto a los demás

Estos conceptos implican normas y valores, que inducen a un comportamiento apreciable en determinadas condiciones, pero no en otras. El individualismo aporta autonomía, independencia, iniciativa personal, que son activos deseables, especialmente en los círculos profesionales. Pero el individualismo también puede relacionarse con el egoísmo, el sentimiento de superioridad y el egocentrismo. Tomar iniciativas puede ser bien recibido en un país como Francia, pero no en Japón, donde puede ser percibido como arrogancia. La cooperación se percibe positivamente en el entorno profesional porque implica la capacidad de escuchar, observar, cuestionar y empatizar. Pero también puede suscitar el temor a la pasividad, que es un rasgo negativo para un expatriado. La presión del grupo también puede tener un impacto en el crecimiento personal. Esto se aplica tanto al círculo profesional como a los círculos sociales.

Los expatriados se encuentran a menudo en posiciones delicadas, con la sensación de falta de libertad. La libertad de expresión, que es un valor fundamental, está restringida en algunos países. Lejos de adoptar todos los valores de su país de acogida, una cuidadosa observación puede permitir a los expatriados adaptar mejor su comportamiento a su nueva cultura. Por ejemplo, criticar abiertamente el régimen chino parece una actitud arrogante. Es mucho menos probable que critiquemos a la familia real de Inglaterra, aunque ofenderemos a los lugareños con los que queremos tener vínculos. En términos más generales, llegar a un país extranjero alegando su condición de expatriado como un privilegio que permite la crítica sistemática rara vez se considerará un signo de apertura y respeto. A veces, la idea de libertad se desliza hacia "mi libertad ante todo", un pretexto para adoptar un comportamiento cuestionable. Así se forjan "reputaciones" bien ancladas en el inconsciente colectivo de los locales. Algunos expatriados no encuentran ningún inconveniente en reproducir sus comportamientos típicos en el extranjero, como cruzar la calle fuera de los pasos de peatones o con el semáforo en rojo. Esto puede ser una práctica habitual en Francia, por ejemplo, pero considerada extravagante en Japón. En Tokio, hay policías delante de determinadas calles, dispuestos a pitar a cualquier peatón que se atreva a cruzar con el semáforo en rojo.

El comportamiento individual antepone su propia percepción e interés a los de los demás. Se tiende a pensar que: "Soy un expatriado. Tengo derecho. La gente me entenderá". Pero la verdad es que los expatriados tienen que entender a los demás para cuestionarse mejor a sí mismos. Así que se ven obligados a desaprender para abrazar mejor su nueva cultura.

Desaprender y reaprender

Hay muchas razones por las que la gente se traslada al extranjero. Aunque la mayoría se traslada para obtener mejores perspectivas profesionales y salarios más altos, hay que tener en cuenta muchas cosas. Por ejemplo, adaptarse a una nueva cultura, incluida la empresarial, puede ser un reto. Pero la vida del expatriado no se limita al trabajo. Visualizar el ámbito profesional sólo hace temer quedarse atrapado en un círculo de expatriados. A menudo, los expatriados ni siquiera hablan el idioma de su nuevo país, lo que dificulta su integración. Las cosas suelen complicarse aún más para las parejas y familias de expatriados. Las personas que no están directamente implicadas en el proyecto profesional son más propensas a ver los nuevos retos, como el mercado laboral local y la dificultad para encontrar un trabajo, la integración en la nueva escuela, las actividades diarias, etc.

No hay una respuesta real a esta situación, pero el aprendizaje continuo es la clave.     Respetar la cultura y el país requiere desaprender algunas de las normas adquiridas en tu país de origen para aprender mejor la del país de acogida. A veces, tienes que olvidar de dónde vienes para redescubrirte en tu nuevo país. Es un pseudo-olvido que no cuestiona tu origen pero te ayuda a evitar el escollo de sentirte privilegiado. Tenderás a pensar que: "soy expatriado", "soy de esta nacionalidad". Pero ten en cuenta que un expatriado no es en ningún caso superior a un local, independientemente de su estatus social. Un expatriado es un individuo como cualquier otro.

Desaprender y reaprender es descubrir nuevas tradiciones, culturas y prácticas. Esto incluye hablar otra lengua. Como vector de comunicación, una lengua transmite muchos códigos sociales. Algunos expatriados dicen que no sufren por su falta de dominio de la lengua local. Sin embargo, hablar la misma lengua permite evitar las habilidades interpersonales, comprender mejor una nueva cultura y adoptar sus códigos. Como un niño, un expatriado también aprende imitando a los demás. La frustración que se siente al principio es beneficiosa porque induce a la humildad y al respeto. Los expatriados necesitarán ayuda, especialmente durante los primeros meses de su instalación, y los lugareños estarán más dispuestos a ayudarles al ver los esfuerzos de integración. Por supuesto, los expatriados pueden preferir agruparse y crear una red de expatriados, pero esto no debe impedirles abrirse a los demás. De lo contrario, tendrán que cuestionar su propósito de trasladarse al extranjero.

Los expatriados pueden temer ser observados continuamente por los demás, especialmente debido a su color de piel. Y tienden a observar a la gente que les rodea, y esto no es malo después de todo. La observación mutua, siendo respetuosa y sin juzgar, permite a todos reposicionarse. Los lugareños son más propensos a diferenciar a los expatriados integrados de los demás. Los expatriados que se han integrado con éxito pueden ser reconocidos por su enfoque, sus gestos y su capacidad de comunicación, que son bastante similares a los de los locales. Sin embargo, los expatriados pueden seguir siendo percibidos como extranjeros, incluso después de pasar muchos años en el extranjero. Aunque esto puede ser muy frustrante, invita a una mayor humildad.

El respeto y la humildad son las claves del éxito de la integración en un nuevo país. Por eso los expatriados bien integrados prefieren desvincularse de otros extranjeros, por temor a la confusión de los lugareños. La diversidad cultural es una oportunidad, y trasladarse al extranjero es una buena manera de entender a los demás y a uno mismo. Cuando éstos se sitúan en el equilibrio adecuado, los expatriados son capaces de apreciar mejor su nueva vida y todos los cambios que les aporta.

Sobre

Mikki está viviendo la vida de expatriado en Japón. Es escritora de contenido para Expat.com y bloguera de estilo de vida y cultura pop.

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