Al dejar tu país para emprender una nueva aventura en el extranjero, encontrar alojamiento puede ser una gran preocupación, tanto si te mudas solo como con tu familia. Y resulta especialmente difícil en tiempos de COVID-19 y crisis económica encontrar opciones de alojamiento asequibles. Compartir casa es una opción interesante no sólo para ahorrar en términos de costes, sino también para una transición más suave.
Compartir casa permite hacer nuevos amigos
Al llegar a un nuevo país, a veces uno se siente desarraigado, solo y aislado. Si el idioma es diferente y la forma de trabajar cambia, puede ser bastante difícil hacer amigos al instalarse.
Por ello, compartir casa puede resultar una opción táctica interesante. Además, la vida en comunidad permite intercambiar rápidamente con los lugareños u otros expatriados (sean o no de la misma nacionalidad). En cierto modo, se puede esperar que se produzcan encuentros enriquecedores con personas de ideas afines.
Esta experiencia vital puede ser enriquecedora no sólo en el aspecto humano, sino también en el práctico. Por ejemplo, compartir casa puede ayudarte a aprender más rápidamente un nuevo idioma, a hablar de los diferentes aspectos de tu país de acogida y a familiarizarte así con los hábitos y costumbres del lugar. También te da la oportunidad de forjar fuertes vínculos.
Mudarse al extranjero puede ser una experiencia gratificante, pero también conlleva retos y sentimientos encontrados, como la duda y el miedo. En esos momentos, el microcosmos creado durante el home sharing puede actuar como una "familia" sustituta y convertirse en un punto de referencia o un pilar que ayude a afrontar ese momento difícil. Gracias al homesharing, los residentes pueden cuidarse mutuamente y proporcionarse el apoyo necesario.
El alquiler compartido como economía frente a la subida de los alquileres
En algunos países, los alquileres no han dejado de subir en los últimos años. Por lo tanto, encontrar una vivienda asequible se ha convertido en un reto para las personas que acaban de llegar a un nuevo país. Esto es especialmente cierto en algunas de las ciudades más grandes del mundo, lo que impulsa el homesharing y permite a los expatriados ahorrar en el alquiler. Por ejemplo, en una ciudad como Vancouver (Canadá), el alquiler de un apartamento de una habitación oscila entre 1.600 y 1.900 dólares al mes. En comparación, se puede alquilar una habitación en un piso compartido por unos 900 a 1.200 dólares. Esta importante diferencia permite a los expatriados instalarse más tranquilamente en su nueva vida y ahorrar algo de dinero. Asimismo, algunas personas pueden no ganar lo suficiente como para permitirse un alojamiento individual. Por eso, en las ciudades donde los precios de los alquileres se disparan, compartir vivienda puede ser la única opción para los expatriados.
Por último, cabe señalar que en algunas ciudades, el sistema de alquiler puede exigir a los nuevos inquilinos referencias de sus anteriores alquileres (a menudo referencias de la misma ciudad o país). Compartir casa facilita las cosas. De hecho, los inquilinos pueden ser personas de contacto importantes para los expatriados, ya que pueden ayudarles a ponerse en contacto con los propietarios que, a su vez, pueden proporcionar referencias en el futuro.
Mudarse al extranjero es una fantástica aventura con muchos retos y agradables sorpresas. Entender el sistema de alquiler y adaptarse a él es uno de ellos. Aun así, el homesharing parece la opción ideal para instalarse a su ritmo y evitar gastar sumas (a veces astronómicas) en el alquiler.