Empecemos por donde la mayoría de los expatriados comienzan sus negocios, en casa. Digamos que una tarde, empieza a hacer una hornada de sus famosos bollos. Usted los ha ofrecido a sus vecinos que los han disfrutado mucho. Ayudando el “boca a boca”, ahora toda la ciudad reclama a gritos sus pastelitos. ¿No es esta la oportunidad perfecta para comenzar su pequeña empresa? Pero, ¿tiene usted el derecho de hacerlo?