Doctora en Ciencias Pedagógicas, cubana, casada con un ciudadano canadiense, Niurkis, nos cuenta las peripecias que le han llevado a instalarse en una de las ciudades más bellas del norte de África, Casablanca.
¿Cómo decide una doctora cubana expatriarse en Marruecos? ¿Cómo fue el proceso hasta fijar allí su residencia?
Bueno, esto no fue una decisión planeada durante toda mi vida, ni mucho menos. Podría decir que fue algo bastante circunstancial. Marruecos no estaba ni siquiera entre los países con los que algún día soñé visitar, hasta que me sorprendió el amor, como supongo le ha pasado a muchos expats.
En un viaje de trabajo, conocí a mi actual esposo, quien es ciudadano canadiense y fue ahí, donde dio comienzo una historia que ha cambiado totalmente el curso de mi vida, de manera general para bien. Aunque no existe obra perfecta, por lo que debo decir que el camino ha estado colmado de momentos difíciles, que finalmente valen la pena, si eres de los que prefieren vivir un amor intenso y diferente.
Durante los últimos años, mi vida se ha rodeado de trámites migratorios y un sin números de papeles que a veces, pareciera no llegar a su fin. Creo que es el precio que tenemos que pagar aquellos que simplemente, por azar del destino, nos tocó amar a una persona de diferente nacionalidad, máximo cuando se tiene un pasaporte que no es de los que más puertas abre en el mundo.
A un mes de nuestra boda, el Covid paralizó el mundo y de esta forma, mi esposo se quedó a la espera con un billete de avión, y yo con un vestido de novia que solo pude lucir casi un año más tarde, cuando el virus nos dio un pequeño respiro en noviembre de 2020. Meses de espera e incertidumbre que aquellos que han quedado varados en medio de la nada podrán muy bien entender.Documentos vencidos, pagos realizados una y otra vez, oficinas cerradas…un montón de dificultades sorteadas.
Luego del matrimonio, dimos inicio al trámite legal para obtener mi residencia permanente en Canadá, como fuera nuestra idea inicial, pero otra vez el destino, decidió que mi esposo recibiera una oferta interesante para trabajar en Marruecos y así un nuevo comienzo, entre papeles y escollos para reunirnos en Casablanca.
El Covid seguía sin abandonar el mundo para hacer más difícil nuestras vidas, como la de todos, supongo. Así que otra vez nos enfrentamos a retrasos y puertas cerradas. La embajada de Marruecos en mi país está inhabilitada por varios meses. Enviamos la solicitud dos veces de manera online hasta que finalmente fui llamada, tras ocho meses de interminable espera, para personalmente presentar toda la documentación ante el consulado en mi país, en soporte plano y legalizada.
Después de dos viajes a la capital, fue estampada, finalmente, una visa familiar por 3 meses en mi pasaporte. A partir de aquí el proceso fue muy fácil. ¿Qué puede parecer difícil luego de casi dos años de espera? Ni el tener que dar la vuelta al mundo: Cuba – Rusia con tres días de estadía y después Rusia – Marruecos, porque no hay vuelos directos. Ni las horas en el aeropuerto ruso sometida a una larga entrevista para demostrar la legitimidad de mi visa, y todas las explicaciones en idioma inglés porque los oficiales no hablan el Español. Mucho menos los diez días de cuarentena en un hotel de Marruecos… para entonces, ya podía respirar el aire de la ciudad y de mi amor.
¿Cuáles fueron las primeras impresiones al llegar al país?
La llegada fue confusa ya que no hablo francés, así que no entendía mucho en el aeropuerto, pero la expresión en el rostro de las personas me hizo sentir confiada. Fueron muy amables y me orientaron hasta llegar al hotel. Creo que eso me transmitió seguridad y me forjó la esperanza de que es posible construir una vida, diferente, pero interesante, en este país.
En lo referente al visado ¿cómo logró conseguirlo?
Como expliqué, llegué con una visa familiar, aunque para ello mi esposo tuvo que hacerse primero de su permiso de residencia, mismo que fue posible ya que él está empleado en Marruecos.
Una vez aquí, corrí con todos los trámites para solicitar mi permiso de residencia. En todo este proceso fue imprescindible nuestro certificado legal de matrimonio.
¿Está trabajando en estos momentos?
No trabajo. Aunque me parece necesario para lograr realmente la transición, al menos para mí, que siempre he tenido una vida laboral muy activa. Pero no creo que sea un proceso sencillo para quienes no dominan el idioma, como es mi caso. El primer paso ha sido inscribirme en un instituto donde planeo aprender francés.
Considero que esto es la punta del iceberg. La comunicación es el camino para la comprensión de la cultura, la socialización y la verdadera integración social. Quedarse inmóvil nunca será la solución.
¿En qué ciudad vive actualmente? ¿Cómo la describiría?
Vivo en Casablanca, me parece una ciudad increíble. Lo que más me gusta es que lo de “nadie es diferente porque todos somos diferentes”. Cuando desaparece la norma, quién puede decirte qué es lo común o lo “normal”. Aquí puedes encontrar personas de todas las razas, con las más disímiles formas de vestir. No te miran sorprendido o con curiosidad. Eres simplemente uno más en este conglomerado de edificios, avenidas y mezquitas. Casablanca hace que me sienta un poco menos extranjera o en su sinónimo: “extraña”, a pesar de la distancia y diferencias con mi país.
En lo que se refiere al choque y adaptación cultural ¿Qué aspectos son más notorios y pueden representar más problemas para los latinos?
Idioma, Idioma y finalmente idioma. Creo que poder comunicarse, ya sea en la lengua madre: árabe, o en francés, es tener ganado el 50 % del camino. El otro 50 % se basa en el respeto y la aceptación. La cultura marroquí y la latina son muy diferentes, lo que requiere un poco más de tiempo y adaptación, especialmente en lo que respecta a las normas sociales y hábitos alimentarios, pero esto también ofrece muchas oportunidades de aprendizaje. La gente ha sido muy amable, lo que hace que el viaje, a veces confuso, sea mucho más agradable. La belleza de Marruecos es que la sociedad te permite adaptarte a lo necesario, sin renunciar nunca a nuestras raíces e idiosincrasia. Al fin y al cabo, siempre seremos expats latinos, pero cada día mejor adaptados y sí, con todo el orgullo que conlleva serlo.