¿Quién paga? Para algunos, esta pregunta arruina la magia del momento. Para otros, simplemente resuelve una cuestión práctica. Seguro que pagamos antes de salir del restaurante. ¿Cuáles son los diferentes enfoques en los distintos países? ¿Cuál es la postura de las mujeres al respecto? ¿Cómo se percibe la práctica de ir a los Países Bajos?
¿Quién paga en el restaurante?
En general, en la cultura occidental, es la persona que ha recibido la invitación a cenar la que paga. En la práctica, es más bien una tradición mundial que pague el hombre. Una tradición y herencia cultural que está más extendida en los países conservadores. Pero incluso en Francia y Estados Unidos, la norma implícita de que el hombre pague (sobre todo en la primera cita) sigue vigente. En la práctica, se anima a los hombres a dar el primer paso. También en este caso se trata de una herencia cultural muy presente en muchos países del mundo.
La cuestión de dividir o no la cuenta es mucho menos benigna de lo que parece. Subyace lo que las feministas llaman "sexismo benévolo". El hombre actúa y la mujer espera. En esta forma de entender las relaciones de género, no hay vuelta atrás. En Polonia y muchos otros países europeos, se espera que los hombres paguen. Incluso los camareros tienden a dirigirse naturalmente hacia los hombres, como si se hubiera acordado en silencio que ellos pagarán la cuenta.
Sin embargo, no podemos hacer generalizaciones sobre países o géneros. Es mejor analizarlo según la generación. Las generaciones más jóvenes están menos dispuestas a replicar las pautas de comportamiento de sus mayores. Las múltiples crisis económicas, así como los movimientos globales como el #MeToo, les han hecho cuestionar su relación consigo mismos y con los demás. Dividir la cuenta se ha convertido en una cuestión social.
¿Una vuelta a la tradición en la primera cita?
El año pasado, un estudio estadounidense realizado poco antes de San Valentín reveló que más del 80% de los hombres creen que deben pagar la cuenta en la primera cita. Más del 70% de las mujeres comparten su opinión. Un estudio británico similar reveló que una de cada cuatro mujeres entrevistadas esperaba que el hombre pagara en la primera cita. Lo que preocupa a los investigadores es que la mayoría de las mujeres que están a favor de esta costumbre tienen entre 25 y 35 años. ¿Representa esto un paso atrás?
Para estas mujeres, recibir un trato en la primera cita demuestra que son deseadas. Este punto de vista está más extendido entre las parejas heterosexuales. Los hombres hablan de un deber que deben cumplir (lo aprendieron de sus mayores), de un signo de caballerosidad, de romanticismo, etc. Pero para los investigadores, repartir la cuenta es, ante todo, una muestra de dominio.
Otros estudios revelan tres tipos de comportamientos entre las mujeres: el de negarse a pagar (los hombres deben pagar, es una cuestión de principios); el de insistir en pagar para rechazar tener una posición inferior a la de los hombres; y el de ser pragmáticas. Este último comportamiento no ve el dinero como una herramienta de seducción o un signo de poder. El dinero es un medio para obtener productos o servicios, eso es todo. En Corea del Sur, por ejemplo, los hombres todavía tienden a pagar en la primera cita, pero las mujeres pagan en la segunda, y siguen turnándose así (aunque, por supuesto, todo depende de la pareja concreta).
Las implicaciones de dividir la cuenta
Falta de romanticismo o incluso de respeto, frialdad, tacañería, actitud calculadora... Dividir la cuenta no es unánimemente bienvenido en todo el mundo. Se oponen al pragmatismo y se inclinan más por la forma tradicional de hacer las cosas. Es el hombre quien debe pagar (sobre todo en la primera cita). Las mujeres que defienden esta costumbre la ven como algo romántico. Pedirles que paguen sería una falta de respeto. Por su parte, algunos hombres consideran que dividir la cuenta es una grosería y un insulto a su masculinidad.
Pero también se observan matices en algunas parejas. Cuando todavía están en la fase de flirteo, tanto los hombres como las mujeres tienden a atenerse a la tradición. Los hombres tienden a pagar más. Cuando están casados o en una relación seria, las líneas se vuelven más borrosas. Es más común dividir la cuenta o turnarse para pagar. En Vietnam, por ejemplo, cuando una pareja está casada, dividir la cuenta no es un problema. Sin embargo, el hombre tiende a pagar cuando la pareja está todavía en la etapa de noviazgo. Una vez más, hay que tener en cuenta que estas normas no son inamovibles.
¿La muerte lenta de esta norma social?
Los hombres jóvenes ya no quieren verse limitados por este rol de género.
En Japón, los hombres jóvenes se niegan a ser confinados por esta norma de género. El famoso "¿Quién pagará?" remite a un sistema patriarcal que ellos rechazan. Es la imagen del asalariado que se ve obligado a cumplir las reglas sociales, incluso cuando se trata de salir con alguien. "¿Por qué tiene que ser el hombre el que pague?", se quejan los hombres afectados por la crisis económica desde el estallido de la burbuja financiera. No tienen mucho dinero. Sus parejas o novias tampoco tienen mucho dinero. Así que se reparten la cuenta.
Otros incluso animan a las mujeres a "superarlos". Lástima que eso les suponga una vergüenza familiar. A diferencia de la visión tradicional de las relaciones de género, ellos no asocian el dinero con la masculinidad. "El dinero es sólo dinero, y si mi novia gana más que yo, pues bien por ella", dice un joven empleado japonés. Lleva cuatro años de relación y no tiene grandes objetivos profesionales. Su novia, que es una feminista comprometida, quiere ascender en la escala empresarial. A él no le importaría ser un amo de casa que cuide de los niños. Estos jóvenes japoneses quieren tomarse un "descanso". Pagar la cuenta de un restaurante no debería ser una fuente de conflicto ni una cuestión de demostrar su masculinidad. Una opinión que se está extendiendo por todo el mundo. En Francia, la mayoría de los hombres menores de 30 años ven normal que sea una mujer quien pague la cuenta del restaurante.
Las mujeres reclaman el poder de pagar la cuenta
En 2016, Marlène Schiappa, entonces ministra delegada de la Ciudadanía Francesa, firmó un manifiesto para que las mujeres paguen en el restaurante y en otros lugares. Para ella, la tradición de que los hombres paguen las cosas es una sutil muestra de dominación. La cultura de pagar la cuenta nace de la historia patriarcal. Estos códigos no escritos no siempre se aceptan de buen grado. Algunos hombres pagan sólo por "deber". Algunas mujeres permanecen pasivas sólo por "tradición". En estas condiciones, nos preguntamos si la comida se disfruta de verdad.
Lo más importante es que cuando una mujer paga, reclama una especie de libertad. En la conciencia colectiva francesa, la caballerosidad exige que el hombre pague. El manifiesto firmado por la ex ministra aboga por un equilibrio adecuado. Pagar no debe ser una muestra de dominio, sino una expresión del placer de tratar a alguien. Un placer que no debería estar reservado exclusivamente a los hombres.